16.2.19

REQUIEM

 
I

Durante el dia construyo jaulas,
barrotes imaginarios que hagan reas
todas mis pesadillas,
encierro en ellas cirios, luminarias,
los primeros rayos del sol,
la blancura perfecta de las mañanas,
el trino de las aves
y el chirriar constante de mis recuerdos.

Durante la noche construyo mazmorras,
allí aprisiono recuerdos y memorias
y mientras duermo...no sueño,
porque mis sueños están malditos:
Hay cenizas de aquellos que amé,
hay lágrimas que nunca fueron lloradas,
hay dolor que nunca debió manar
y visiones de dias pasados.

Durante la noche...construyo una jaula
allí, encerrado, contemplo el espiritu maltratado de nuestro amor,
asesino la luz del crepusculo
y rememoro el instante
en que mis ojos se cerraron para siempre,
allí vuelvo a extender mi mano,
las cenizas entre mis dedos
y mis labios entregándote al beso del aire.

Durante la noche, cada noche,
mientras duermo muero un poco
al recordarte.


II

Me sepulto en mi propio cadáver,
lluevo en quejidos que cual sauces se inclinan
y derraman sus hojas de lágrimas perpetuas,
ínfimas, sombrías, titilantes
sobre la espesa carne del desespero.

Sello mis párpados buscando sendas,
caminos que me transmuten en la razón
que me devuelva la vida...
sobrevivir al lánguido funeral
de no saberme dentro de tus entrañas...
Y batallo con el sometimiento a la terrible idea
de no conocer el límite de tus extensiones.

Me extravío, me obligo a sepultarme
bajo el desvanecimiento en que caen aquellos
que ya no tienen a quién amarrarse.

Muero y al menos...
me queda el instante, leve e intenso
de poder, eternamente, recordarte.


III

Me duele tu fragancia,
lejana a mi rastro, imposible de seguir
pues te me pierdes ultrajando las pisadas de mi ser;
me dueles, profana al respeto del aire de mis pulmones,
llenos siempre de ti, ángel de todas mis muertes.

Te enciendes en tu propia hoguera
y me quemas sobre ese olvido
en el que recaen las culpas de haberte lastimado.
y sin embargo, aún te pienso,
te exhibo en mi mente difusa,
ataviada de disculpas, pues no sé ya que decirte
para no hacerte fugaz entre mis dedos marchitos.

Dueles como hielo en flor que esculpe sus blancos pétalos
para arderlos en enigma, el misterio del frio que envuelve
haciendo coraza por fuera mientras por dentro, se muere.

Pálido fantasma mío,
te evoco en ensoñaciones imposibles de tocar,
te revivo en mis memorias,
te despierto sobre el tálamo de un sueño nunca cumplido
y de nuevo te me diluyes,
te malogras secando pétalos,
cada uno en ese vestigio que hace de ti la fragancia
que duele y duele perpétua ensombreciendo mi pena,
mi afligida, triste pena.


IV

Camino descalzo entre memorias,
cada una sepultada bajo una lápida,
entre tumbas de recuerdos olvidados.

Y allá dónde mi lágrima hace camino al abismo
dejo una huella en tu huella,
un beso en tu beso
que aunque sombra...aún perdura.

Soy navío sin rumbo,
lánguida crisálida que enmudece
entre las tétricas telarañas del ayer.
Soy lirio marchito,
neblina y humo,
tañer de campanas,
réquiem, guadaña,
fúnebre cortejo nocturno,
triste crisantemo
que antes de tú adiós
perdió sus pupilas en las tuyas
y en pesaroso languidecer se entregó
a ésta ardua penitencia
que es asesinar memorias.


V

Hay dos silencios graznando en el aire,
dos ecos furtivos vestidos de cuervo,
mudos, callados...
como ese rumor incesante
que taladra el pensamiento
cuando en mitad de la noche
nada se escucha, ¡Nada!

Hay una soledad inquietante
y un murmullo de crueles alas
que golpean sin cesar el cristal
de éstas ventanas cerradas
que son mis ojos
y mis labios
y mis palabras.

Hay una negrura infinita,
polvorienta y sucia
mordiendo cual ave de carroña
las rendijas de mi alma.

Hay un vacío inexplicable,
un abismo aterrador
e insondable,
una honda oquedad
donde por más que te busco
no te encuentro.


VI

...pero yo recuerdo, amor, cuando en mis nocturnos ojos
buscaba cobijo la luz y mis pupilas se incendiaban
cual luminarias en mitad de un oscuro camposanto;
yo recuerdo, amor, cuando en tus labios
se pintaba la luna y en esa claridad que alba parecía
perdía la razón absorto en tu sonrisa.

Yo recuerdo amor, la noche abriendo sus fauces,
y al tiempo que soplando la arena
de su reloj de cristal opaco y envejecido,
las horas y minutos sin compasión detenía.

y recuerdo tambien, mi amor, de la guadaña su arista
y de soslayo haber mirado al espectro
que negro como el plumaje de un siniestro cuervo
rubricaba en el aire cual insignia su nombre...Destierro....

Yo recuerdo, amor...
yo recuerdo.


VII

Cerca del último espejo,
al final del oscuro pasillo,
sentado a la izquierda de un trono hueco,
espera el ángel la luz que no llega.

Arcángel de alas polvorientas,
de cielos extraviados en abismos
donde las puertas abren sus fauces
¡Bienvenido a las tinieblas!
Caíste, tropezaste en un crepúsculo incendiado
y ahora desesperas,
tú, dueño de plumas blancas
que violentamente agitas
confiando en ese alba...
que jamás vendrá,
jamás.

Besaste el suelo maldito,
embriagado de fugaces luminarias,
te equivocaste...
alas enjironadas,
carne pútrida,
bruna tez,
sin alma...
ángel eternamente caído.


VIII

He muerto y vuelvo a morir
en cada uno de los rincones de tu piel,
en la delicada curva de tus labios,
en la profunda iridiscencia de tus ojos.

He muerto y lluevo sobre tu almohada,
naúfrago en un mar de soledades
donde el barquero espera recoger mi alma
que quebrada ansía que sepas...

Y no sabes cuánto te amo,
me desconoces en cada una de tus orillas,
en cada una de tus silenciosas huellas,
no sabes, nada sabes...

Y ahora vago, espectro atormentado
consciente que jamás intuirás de mi,
que mis besos son polvo en tus labios,
que mi tacto es hielo en tu piel cálida
y que esa brisa leve que mueve tus cabellos,
es el rumor incesante de mi voz fantasmal
diciéndote entre lágrimas cuánto te amo.